Sus amigos no les creen que no usen Facebook o que tengan un celular con linterna. A veces se sienten un poco extraviados en los after office o en las reuniones familiares. Pero prefieren manejarse con lápiz, papel y contactos cara a cara ¿Quién no volvió a su casa apurado, luego de haber salido para el trabajo, porque se olvidó el celular? ¿Cuántas personas no pueden pasar más de 10 minutos sin chequear su e-mail? ¿Quién no siente curiosidad de ver el comentario que hicieron en su estado del Facebook o la repercusión del último tweet que publicaron?
Mientras que nuestra dependencia de los dispositivos va en aumento, existen personas que se resisten a los avances técnicos. Es su forma de vida.
Por ejemplo, Diego Spano, comerciante de 33 años, sólo tiene un viejo equipo de Nextel que utiliza para trabajar. "Lo uso como radio y a veces envío mensajes de texto. No chateo ni tengo correo electrónico. Creo que no tener e-mail a veces complica mi trabajo, porque mis clientes me piden mi dirección de correo electrónico y se sorprenden cuando les digo que no tengo. Pero les digo que me manden un SMS, y asunto solucionado", asegura.
Cuando se le pregunta por qué no utiliza las redes sociales, Spano es terminante: "No tengo tiempo. Trabajo desde las 8 hasta las 20. Cuando llego a mi casa quiero estar con mi hijo. Me parece que a los que usan Facebook y Twitter les sobra el tiempo. No es mi caso". Asimismo, reconoce que a veces se siente molesto por quedar afuera de muchos comentarios que hacen sus amigos en reuniones. "Conversan sobre fotos o contenidos que compartieron en Facebook, y yo no tengo idea de qué están hablando. Ahí empiezo a pensar si soy yo el que me equivoco. Debería hablarlo en terapia", comenta con una sonrisa.
"Hace unos años fui a hacer una experiencia creativa en una agencia publicitaria enorme de Nueva York -narra, divertido, Sergio Pollaccia, publicista, CEO y director general creativo del Grupo de Comunicación Amen-. Como hablo muy bien inglés me asignaron una cuenta global. En el avión empecé a escribir conceptos, ideas, titulares y guiones en mi libretita de almacenero. Cuando llegué a la empresa me asignaron una oficina, una secretaria y una computadora, que sólo usé como portarretrato. Esa misma tarde me reuní con los directores del área. Recuerdo que cada uno tenía su computadora sobre la mesa. Todos hacían presentaciones que leían en las pantallas. Cuando llegó mi turno saqué del bolsillo mi anotador y realicé mi presentación leyendo mis papelitos. Todavía me acuerdo de la cara de asombro de los directivos. No podían creer que mis ideas estuvieran en papeles. Finalmente uno de esos conceptos que presenté fue aprobado y producido."
Pero Pollaccia, de 49 años, no sólo utiliza muy poco su computadora, tampoco le interesa tener el último smartphone disponible. "Tengo un móvil Samsung de 2008. Está muy golpeado, pero es el único que me entiende. Sólo lo utilizo para hablar y enviar mensajes de texto. También uso la calculadora", asegura.
Además este publicista tiene, en su oficina, una notebook, pero sólo utiliza el e-mail para trabajar y no usa redes sociales. "El Facebook de nuestra agencia y la comunicación digital de los clientes la maneja gente especializada", observa.
Sergio considera que la tecnología quita la calidez necesaria en algunos aspectos de la vida. "Hace un tiempo me regalaron un iPod y sólo lo uso para sacar fotos, aunque prefiero una buena cámara con rollo y esperar detrás del mostrador para ver cómo salieron las tomas. Tengo una Zenit semiprofesional rusa que es increíble. Las copias tienen una gran calidad. Cuando uso una cámara digital sólo veo las fotos en la pantalla, porque termino sin tenerlas en papel", dice.
Pollaccia reconoce que la tecnología facilitaría su tarea, sobre todo cuando se trabaja a la distancia, pero destaca que ésta puede fallar. "Hace poco intenté presentar una campaña a un cliente de Los Ángeles, vía Skype. Se cortaba constantemente la transmisión, así que finalmente me cansé y lo hice por teléfono", ejemplifica.
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